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Jueves, 19 Octubre 2017 15:01

Amicus Curiae APDHB caso TIPNIS

Defensa de Recursos naturales y pueblos indígenas

El artículo 21 de la Convención Americana protege tanto las tierras de las comunidades indígenas o tribales como los recursos naturales que en ellas se encuentren, necesarios para su supervivencia física o cultural. Los pueblos indígenas tienen el derecho de ser titulares de los recursos naturales que han usado tradicionalmente dentro de su territorio, puesto que, sin ellos su supervivencia económica, social y cultural está en riesgo.

Las políticas públicas de Bolivia se alinean con la revolución verde, con el uso de productos químicos y transgénicos, pero no garantizan un aumento de la producción sino más bien generan desgaste de las tierras, contaminación de suelo y agua y pérdidas de recursos.

Festival de Ch'uta Raymi en el Municipio de Vacas: Con el propósito de recuperar la calidad de la tierra y hacer frente a las plagas, hay un intento de retorno a las prácticas tradicionales, para lograr que la Pachamama se “abuene” con la comunidad. 


La radioemisora campesina Chiwalaki, del municipio de Vacas en la provincia de Arani, festejó sus 26 años convocando a un festival de música y canto, el “Ch’uta Raymi”. Su propósito es recuperar esta fiesta las tradiciones y fomentar la música local vaqueña. Durante todo el día se presentaron diferentes grupos y comparsas, con la vestimenta tradicional de antaño, interpretando canciones de su creación relacionadas con el contexto.

No siempre fue así. Algunas comunidades no cuentan con redes de riego, dependen totalmente de la lluvia anual para tener una cosecha que debe servir tanto para alimentar la comunidad como para generar excedentes llevando al mercado. El Ch’uta Raymi era un encuentro de celebración del Wata-Tarpuy, la siembra e inicio del ciclo agrícola anual, una celebración que buscaba fortalecer la relación con la Pachamama para conseguir así una buena cosecha, según testimonios de agricultores y agricultoras del lugar.

El ciclo inicia en agosto con la preparación de los terrenos, y cerca del 10 de septiembre se hacía la siembra anual (wata tarpuy), que iniciaba con un encuentro festivo. Se hacían coronas de flores con las que se adornaban las papas y se preparaba una mesa q’owa en la parcela. Los vaqueños cantaban coplas para agradecer la cosecha anterior y pedir permiso para iniciar el ciclo para evitar heladas y protegiendo las siembras, canciones creadas para este encuentro.

Hace unos años atrás ingresaron con fuerza las iglesias evangélicas a las áreas rurales del país con sus campañas evangelizadoras que convencieron a los vaqueños que había que dejar las prácticas del akulliku y de la q’owa, ya que eran, según su visión religiosa, adoraciones a fuerzas impuras. Casi un 80% de la población se convirtió a esta religión, abandonando las prácticas tradicionales.

No solo se dejaron las prácticas rituales, sino también se transformó el modelo agrario incorporando agroquímicos, pesticidas y otros productos que inicialmente permitieron un mayor rendimiento de las tierras, pero que también hicieron que los suelos se agoten. Además, muchas plagas se hicieron resistentes a los pesticidas a fuerza de usarlos. El resultado es que en los últimos años la cosecha disminuyó de calidad y rendimiento, y casi todas las papas están agusanadas.

Con el propósito de recuperar la calidad de la tierra y hacer frente a las plagas, hay un intento de retorno a las prácticas tradicionales, para lograr que la Pachamama se “abuene” con la comunidad. Por supuesto, muchas cosas cambiaron y hacen que el retorno a estas tradiciones acabe convertida en una forma de folklorización más que en una práctica cotidiana. Algunas de las canciones de los participantes ya no tienen que ver con la tierra y sus bendiciones, sino con el proceso de cambio y su defensa. La ropa tradicional es vista por los jóvenes como un disfraz y no como vestimenta. El ritual es parte del festival y no un rito de acercamiento entre fuerzas divinas y humanas.

Mientras tanto, la necesidad de mejora de las cosechas es algo latente. Hace falta tener una mirada más compleja y a largo plazo del uso del suelo. Mientras se vea solamente la venta en el mercado en una estación y no el proceso productivo como parte integral de la vida de la comunidad, será difícil lograr la soberanía alimentaria y la independencia económica de la comunidad. 

grupo se presenta

observadores

copleras

descansan

toacando acordeon

Charanguero

descansa

niño

Redacción: Cecilia De Marci Moyano - CENDA

Reportaje: Julia Román, René Antezana - CENDA

Los días martes 17, miércoles 18 de octubre de 2017 en la ciudad de Cochabamba, se llevará adelante el “Encuentro Internacional de semillas y agroecología”, en el que se debatirá los impactos económicos y en la salud la introducción de transgénicos y agrotóxicos en la producción de alimentos. Por otro lado, se socializará la propuesta política del Registro Comunitario de Semillas como acción de resistencia contra la privatización de los recursos genéticos.

Y acá viene la ironía, hace algunas semanas, el gobierno inauguró la Planta Petroquímica de Amoniaco y Urea de Bulo Bulo, en Cochabamba, a cargo del Ministerio de Hidrocarburos, como una forma de consolidar la industrialización de los recursos naturales, en este caso el gas, con un costo de $us 953 millones. Dicha planta producirá por día 1.200 toneladas métricas de amoniaco y 2.100 toneladas métricas de urea granulada.

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